Dona Gelsinger

 



Navidad en Fantasía

Beleth

El hielo que cubría el Lago de Cristal se resquebrajó en el centro y de repente miles de fragmentos saltaron por todos lados centelleando bajo los rayos del Sol y formando una red de destellos entre las facetas de los cristales de hielo. En mitad de aquella lluvia de color, el Hada del Agua emergió del agua helada rodeada de un destello Aguamarina. Los animales del lago, agradecidos por haberles librado de su prisión de hielo, le desearon Feliz Navidad. - ¡La Navidad! - exclamó ella llevándose las manos a la cabeza - ¡He estado tan ocupada haciendo nieve con el Hada del Frío que ni me he acordado.! - Y salió volando hacia el cielo dejando un reguero de gotas de rocío que formaron un Arco Iris tras ella.

 

Cuando llegó al Arbol de los Deseos, hogar de todas las Hadas de Fantasía, este le deseó Feliz Navidad y abrió su boca para que ella pudiese entrar. Dentro todo era algarabía, el Hada Flora había prestado su gorro en forma de árbol para adornarlo y tras un toque de varita, el sombrero alcanzó 2 metros. Era un pino soberbio y de inmediato empezó a llenarse con adornos. El Hada de la Luz sacudió un poco la Estrella Polar y con el polvo de estrella que cayó espolvoreó el pino de forma que empezó a resplandecer. Entre tanto, Flora iba colgando frutas escarchadas de las puntas de las ramas mientras que el Hada del Fuego colgaba guirnaldas de velitas encendidas que se reflejaban en el polvo de estrella. El Hada del Agua también quería ayudar, así que sacudió sus alas y el pino se llenó de gotas de rocío, pero con el calor de las velas se empezó a evaporar. Por suerte estaba allí Nieve, el Hada del Frío que con un soplido congeló las gotas de rocío de forma que ahora parecía que el árbol estaba adornado con perlas. Cuando terminaron en el interior, salieron y se dispusieron a adornar al Árbol de los Deseos. No pusieron tantos adornos, ya que el Árbol de los Deseos era un venerable anciano y debía guardar la compostura, pero sí lo suficientes como para darle un aspecto de alegría.

 


 

Después, cada una salió corriendo a desear Feliz Navidad a todo el mundo. El Hada del Fuego fue casa por casa y chimenea por chimenea felicitando a los habitantes que en ellas viven: las Llamas. Estos pequeños y juguetones seres saltarines recibieron con mucha alegría las felicitaciones y daban salto y hacían cabriolas en sus chimeneas. El Hada del Frío se fue a los Parajes Siempre Helados a felicitar a los Hombres de Nieve, seres formados por enormes bolas de nieve redonda y que tienen una zanahoria por nariz. Cuando llegó, estaban enzarzados en una divertida guerra de bolas de nieve. Es curioso como, para evitar que les alcance una bola de nieve y queden eliminados, se dividen en tres bolas de diferente tamaño y empiezan a rodar por el suelo. El problema es que a veces cada bola se va por su lado y les cuesta un poco encontrarse. Flora fue a ver a todos los árboles del bosque para deserales Feliz Navidad, y cuando terminó, se fue al Prado del Color y visitó a cada una de las flores que en ese momento, por ser invierno, se encontraban en sus casas bajo tierra a la espera de que llegase el Hada Primavera y les dijese que ya podían salir. El Hada de los Sueños entró en los sueños de todos los niños del mundo y les contó los más deliciosos cuentos que podáis imaginar.

 
Todo el mundo era feliz porque era Navidad en Fantasía. ¿Todo el mundo? No. Había alguien a quien todo eso le aburría. Alguien de corazón frío, se trataba de Invierno. De las cuatro estaciones, Invierno era sin duda el que peor llevaba su trabajo. Después de todo siempre era lo mismo, todo era gris, aburrido y monótono. Envidiaba a sus otros compañeros, deseaba la algaravía de Verano, cuya aparición significaba el comienzo de la diversión. Se moría de envidia cuando veía a Primavera dar vida a los seres vivos, sobre todo cuando él pensaba que sólo podía matar y dormir a los animales y plantas. Por otro lado Otoño era demasiado melancólico e Invierno no podía soportar que Otoño fuese la estación más romántica. Ese día, Invierno estaba especialmente harto de todo. Tanto que decidió irse y le dijo a sus compañeros: - Haced lo que queráis con mi estación, yo ya estoy aburrido. - Y dicho esto se fue a pasear por la Constelación del Cisne.

 



Las otras estaciones comenzaron a discutir acaloradamente. No se ponían de acuerdo en quién debería ser el que suplantase a Invierno. Finalmente, después de mucho discutir, decidieron que lo mejor sería que se turnasen, que cada día se encargase uno. Lo echaron a suertes y le tocó empezar a Verano. Al día siguiente salió un Sol espléndido y abrasador. Hacía tanto calor que todo el mundo tuvo que apagar los fuegos y quitarse las bufandas. Aquello supuso un desastre para las Llamas, quienes se vieron sin hogar en unas fechas que siempre habían sido buenas. Además, como todo estaba mojado no podían irse a ningún otro lugar. Pero lo peor fue cuando el calor empezó a fundir la nieve. Los Hombres de Nieve no sabían que hacer porque, si la situación seguía así acabarían derretidos. Aquello les había cogido por sorpresa y no les daba tiempo de llegar hasta las Montañas Eternas, donde solían pasar la temporada cálida ya que allí siempre hacía frío. Nieve, el Hada del Frío tuvo que hacer grandes esfuerzos para mantener a los Hombres de Nieve con vida. Cuando todo el mundo estaba desorientado con aquel cambio le tocó el turno a Primavera. Ella recorrió los bosques y las praderas despertando a las flores y las hojas. Pero las pobres flores al salir y encontrarse rodeadas de nieve se empezaron a helar de frío, Flora no sabía que hacer para remediarlo. Pero el colmo fue cuando Otoño llegó e hizo caer las hojas de los árboles. La caída de la hoja es un duro golpe que los árboles soportan todos los años, y no se habían acabado de reponer ese año cuando se les volvieron a caer las hojas. Todo el bosque estaba triste.

 

Esa noche las Hadas se reunieron en consejo de emergencia. Había que hacer algo o de lo contrario ese año las Navidades serían un desastre. Decidieron que fuese Rocío, el Hada del Agua la que fuese a hablar con las estaciones para averiguar lo que estaba pasando. Rocío voló y voló hasta la Torre del Tiempo, donde las Estaciones tenían su morada. Se sorprendió mucho al ver a Verano sentado en el trono, ya que ahí sólo se sentaba la estación que regía en aquel momento. Rocío se acercó a Verano y respetuosamente le preguntó por qué las estaciones habían alterado su orden. Verano le contó lo que le sucedía a Invierno. Rocío comprendió al pobre Invierno y fue en su búsqueda.

 

 

Cuando llegó ante él, lo encontró leyendo un libro a la luz de una estrella. Estaba recostado en la Luna que en ese momento tenía forma de cuna. - Hola Invierno - saludó Rocío. - Hola - dijo Invierno fríamente. - ¿Qué quieres? - Entonces Rocío le contó todo lo que estaba sucediendo a causa de su ausencia. Pero a Invierno todo aquello no le importaba, necesitaba de algo que le alegrase la vida. Rocío pensó y pensó, hasta que por fin se le ocurrió: - ¡ La Navidad ! - exclamó. - ¡Tú tienes la Navidad! - Sí y qué. - contestó Invierno indiferente. - Si contestas así es porque nunca has sentido la Navidad, es un tiempo de perdón y de fraternidad, de olvidar las diferencias con los demás. Es la época más alegre del año y tú dices que tu estación es aburrida, prueba a vivir la Navidad y verás -. E Invierno hizo caso del Hada del Agua. Volvió a la Torre del Tiempo y vivió en fraternidad con las otras Estaciones olvidando todas las envidias que había arrastrado toda su vida. Y ese año le gustó tanto la Navidad que a partir de entonces Invierno siempre espera con entusiasmo su turno para poder adornarlo todo con la nieve y disponerlo para la Navidad.

Beleth
 




 

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